Por Marco Bustamante | Capilla del Monte, Córdoba, parece ser un imán para los fenómenos inexplicables. Desde el mítico Cerro Uritorco hasta las decenas de testimonios de avistamientos y contactos, el lugar se ha convertido en un verdadero epicentro del misterio en la Argentina. Dentro de ese vasto archivo de casos, uno de los más singulares es el protagonizado por Isabel Florentín, vecina de la localidad, quien asegura haber convivido durante semanas con un ser al que llamó “el Azulito”.
Todo comenzó una noche, en su residencia ubicada frente al Hospital local. Isabel dormía tranquilamente cuando una intensa luminosidad la despertó. Al principio pensó que podía tratarse de un incendio: tal vez alguna chispa de la chimenea había prendido fuego a un mueble. Sin embargo, al levantarse y caminar hacia el comedor, notó que la luz tenía un color particular: era azul.
Al llegar, la escena la dejó paralizada. Frente a ella se encontraba un ser de aproximadamente 1 a 1,20 metros de altura, de aspecto muy similar a los clásicos “grises” de la ufología: cuerpo y extremidades delgadas, cabeza grande con forma de pera invertida, ojos almendrados y boca y nariz apenas perceptibles. Pero, a diferencia de los relatos más conocidos, aquel ser era completamente azul.
Lejos de ser un episodio aislado, el encuentro se prolongó durante 40 días, tiempo en el cual Isabel asegura haber mantenido comunicación directa con el Azulito. Según su relato, recibía mensajes y llegó incluso a experimentar episodios de escritura automática. De hecho, existe un manuscrito en el que habría registrado esas comunicaciones, aunque actualmente se encuentra extraviado, ya que lo prestó y nunca le fue devuelto.
Este no era el primer contacto de Isabel con lo inexplicable. Durante años había sido testigo de fenómenos extraños: apariciones religiosas, avistamientos de ovnis sobre el centro de meditación que conducía en un campo cercano y hasta experiencias que en su momento catalogó como sueños, pero que hoy parecen cobrar un nuevo sentido.
Unos años antes del episodio con el Azulito, Isabel debió enfrentar una operación quirúrgica de alto riesgo en el Hospital Domingo Funes, en Cosquín. La noche previa, tuvo un sueño que la marcó para siempre.
En él se vio en una sala circular, iluminada por las paredes, el piso y el techo, sin lámparas ni focos visibles. Allí, inmóvil sobre una camilla, fue rodeada por varios seres grises que parecían jugar a su alrededor mientras intentaban tranquilizarla.
De pronto, ingresó a la sala un ser de más de dos metros, vestido con lo que Isabel describe como un traje de buzo al estilo de las novelas de Julio Verne, con un casco metálico y un visor con alambres cruzados, del cual salía un tubo conectado a una mochila en su espalda. Este ser se acercó, colocó sus manos sobre el vientre de Isabel —justo donde estaba localizado el tumor que le iban a operar— y permaneció allí por unos instantes. Luego se retiró.
Antes de irse, Isabel le pidió que le dijera quién era. El ser se quitó el casco y ella asegura haber visto el rostro de la Virgen María.
A la mañana siguiente, Isabel ingresó al hospital para la operación. Sin embargo, tras varios estudios, los médicos quedaron desconcertados: el tumor había desaparecido por completo. “¿Cree usted en milagros?”, le preguntó uno de ellos. “Porque lo suyo es uno”, sentenció.
Tiempo después, el Azulito le reveló a Isabel que aquel “sueño” había estado relacionado con ellos. Según el pequeño ser, su color azul se debía a que aún era un niño. Al crecer, explicó, se transformaban en los seres grises que tantas personas dicen haber visto.
El caso de Isabel Florentín desafía cualquier explicación convencional. ¿Fue realmente contactada por un ser de otro mundo? ¿Se trató de una experiencia espiritual revestida con símbolos extraterrestres? ¿O acaso ambas realidades —la religiosa y la ufológica— están mucho más unidas de lo que pensamos?
Lo cierto es que, en Capilla del Monte, el misterio sigue intacto. El enigma del Azulito continúa abierto y, como tantos otros casos de la región, invita a una reflexión inquietante: ¿qué entidades conviven con nosotros en silencio, esperando el momento de mostrarse?