EXTRATERRESTRE EN MAR DEL PLATA

Por Marco Bustamante – Redacción: ALTOMISTERIO | 

Enero de 1988. Una noche tranquila al sur de Mar del Plata, a una cuadra de la playa La Serena, se transformaría en escenario de uno de los episodios más enigmáticos de la ufología argentina.

Leonardo Fuster y su amigo Gabriel (cuyo apellido no recuerda), charlaban de madrugada en la puerta de una heladería ya cerrada. Era la una de la mañana cuando una luz blanca irrumpió en el cielo. Se movía en todas direcciones, hasta acercarse tanto que el resplandor resultaba insoportable.

De pronto, la luz se deshizo en un humo de colores, y en medio de esa niebla apareció un ser imposible de olvidar. Medía entre 50 y 60 centímetros, no tenía pies y flotaba sobre la calle, a apenas tres metros de los testigos. Sus ojos cuadrados y rojos le daban un aspecto robótico, aunque su cuerpo recordaba al “Tío Cosa”: peludo, marrón brillante, extraño.

El humo se disipó y con él, la criatura. Pero la experiencia estaba lejos de terminar. Una nave gigantesca se materializó frente a los jóvenes. Tan enorme que parecía interminable, llena de ventanas iluminadas. Dentro de ellas, miles de siluetas humanas agitaban los brazos en señal de saludo:

“Personas, brazos, brazos… eso era lo único que se veía. Eran negros por dentro, con cabezas y brazos como nosotros. Millones, todos saludándonos. Fue lo que más me impactó”, recordó Leonardo.

El coloso metálico se extendía sobre el mar, pero a la altura de los techos de las casas. Abrumado por la visión, cerró los ojos; al abrirlos, el objeto se alejaba.

Tiempo perdido y secuelas físicas

El encuentro pareció durar apenas diez minutos. Sin embargo, al mirar el reloj, descubrieron que habían pasado entre cinco y seis horas de las que no tenían ningún recuerdo. Leonardo, preocupado porque su madre lo esperaba a las dos, corrió a su casa ubicada a pocas cuadras. Llegó recién a las seis de la mañana, con dolor estomacal, vómitos y expulsando hilillos negros.

Durante los tres días posteriores, lejos de sentirse enfermo, aseguró experimentar una energía positiva inusual y una transformación interior:

“Es una experiencia que tarde o temprano nos va a ocurrir a todos”, afirmó convencido.

Otros encuentros con seres similares

El caso de Mar del Plata no es único. En septiembre de 1970, Jorge De La Puente, inspector de Shell, circulaba por la Ruta 148, a pocos kilómetros de Villa Mercedes, San Luis, cuando divisó sobre el asfalto lo que creyó una bolsa de basura. Al acercarse, comprobó que se trataba de una entidad de aspecto peludo, color marrón opaco, con ojos negros de centro blanco, sin brazos ni piernas, que parecía sentada y lo observaba desde la ventanilla.

Décadas más tarde, a finales de los 90, en Capilla del Monte, Córdoba, otro ser con características semejantes fue visto flotando sobre la pileta vacía de un balneario municipal. El grupo de testigos, aterrorizado, se retiró del lugar sin saber cómo ni cuándo desapareció aquella figura.

Los guardianes de la memoria

Estos relatos llegan hasta nosotros gracias al trabajo incansable de los investigadores Mariela De Tomaso y Miguel Ángel Gómez Pombo, hoy radicados en Capilla del Monte. Ambos custodian un espacio tan pintoresco como intrigante: el Paseo de los Marcianos, un sitio dedicado a recopilar, difundir y mantener viva la memoria de los encuentros cercanos en nuestro país.

Queda la pregunta abierta: ¿qué vieron realmente Leonardo y su amigo aquella noche en Mar del Plata? ¿Un fenómeno natural, una visión alterada por el deslumbramiento de la luz… o un contacto directo con inteligencias desconocidas que parecen seguirnos, observarnos y mostrarse en los momentos menos esperados?

En Altomisterio, la incógnita continúa.


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