ABDUCCION EXTRATERRESTRE EN CHOELE CHOEL

Un joven de la localidad rionegrina asegura que fue levantado en el aire momentos después de encontrarse con dos seres que, según sus propias palabras, “claramente no eran humanos”.

Por Marco Bustamante

El protagonista de esta historia se llama Federico, tiene 35 años y vive con su madre y sus hermanos en Choele Choel. Reservaremos su apellido, ya que él mismo pidió evitar ser víctima de burlas innecesarias. Estudió abogacía en La Plata, vivió un tiempo en El Bolsón y actualmente lleva una vida tranquila en el Valle Medio… hasta que un día, aquella calma se vio interrumpida por un episodio que todavía no encuentra explicación.

En diálogo con La Opinión Austral, Federico relató que una tarde, mientras se dirigía a la Isla 92 —un islote fluvial considerado un verdadero paraíso natural de la zona—, se topó en el camino con dos extrañas figuras.

“En un momento se me apaga el teléfono, y lo próximo que recuerdo es estar cuarenta metros más adelante, sin el celular y con los brazos extendidos hacia el cielo”, contó.

Al consultarle si las personas seguían allí, Federico fue contundente: “Yo no les diría personas. Estaban vestidos como humanos, pero no lo eran. Uno era más bajo y el otro más alto. Su piel era muy blanca y sus rostros parecían dibujados”.

Los dos seres lo observaban fijamente, “como si supieran lo que iba a ocurrir”. Tras ese episodio, asegura que pasó dos semanas teniendo pesadillas. “Mi madre me despertaba porque gritaba: déjenme, déjenme, suéltenme”, recuerda.

Cuando vio a lo lejos a esas figuras, Fede sintió inmediatamente que no estaba frente a algo normal. La mirada, el color de la piel y la manera en que aparecieron —de la nada, a unos quince metros de distancia— lo convencieron de que aquello no tenía nada de común.

Además, afirma que en múltiples ocasiones observó luces extrañas en el cielo. “Siento la necesidad de salir afuera, miro y ahí están”, dice. En El Bolsón, asegura haber visto luces sobre un cerro, y en La Plata una esfera plateada “del tamaño de un Volkswagen Escarabajo”. En ambos casos, describe la misma sensación: la de estar “obligado” a mirar ese punto en el cielo.

Hoy, Federico reconoce que le gustaría volver a vivir la experiencia para obtener respuestas y hacer preguntas que, por el momento, prefiere guardar para sí mismo. Sin embargo, confiesa que evita volver al lugar de noche y que ya no se anima a salir de mochilero. “Tengo miedo de que esos dos seres vuelvan a buscarme”, concluye.

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